CARMEN RUÍZ GÁMEZ
Portentoso Dvorák de Anja Bihlmaier junto a la OSG
Citando el estudio “Igualdad y Orquestas Sinfónicas” elaborado por la Asociación Mujeres en la Música en base a la temporada 2019/20 de numerosas orquestas españolas, “en la dirección titular la ausencia de mujeres es completa, ya que no hay ninguna entre las 25 agrupaciones musicales analizadas en el estudio”.
Poco ha cambiado desde entonces la situación. Necesitamos mucha más pedagogía y cambios reales de esta evidencia carente de toda grandeza humana. Más directoras al frente de las formaciones. Más intérpretes mujeres integrándolas versus una igualdad real. Más canon constante de grandes compositoras en las temporadas. A ver si podemos escribir la historia en igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres un poquito más deprisa.
Nuestra maravillosa OSG hizo un concierto ayer 19 de marzo en el Auditorio del Palexco de A Coruña guiada por Anja Bihlmaier, directora extraordinaria de dilatada y muy nutrida carrera internacional, – titular de la Residentie Orkest de La Haya y principal directora invitada de la Orquesta Sinfónica de Lahti -. ÚNICA directora en esta temporada de la OSG – (…) -, cuyo trabajo casi no llegamos a tener la oportunidad de apreciar, al no estar programado doblemente el concierto en Vilagarcía – para cuyo Auditorio se había inicialmente planificado -, y A Coruña; doble concierto en ambas localidades, que hubiese sido un mínimo – aunque aún insuficiente para toda una temporada – del mínimo. Aún más, en una ciudad, referencia para otros territorios, en la reivindicación constante de los derechos de ciudadanía en igualdad real de las mujeres, por la reparación histórica para con la mitad de la población nacida mujer.
Ha tenido que estar convocada una necesaria huelga de transporte estatal que impidiera el traslado a la villa pontevedresa, para que el único concierto planeado, finalmente, fuera en A Coruña y disfrutásemos de unas versiones imperdibles con el sello OSG al lado de la directora. Ese sello de grandeza y profundidad musical que la hace la gran orquesta que es. No pudimos disfrutar, sin embargo, de unas notas al programa, habituales en todos los conciertos programados, o al menos, no se compartieron como habitualmente se hace – algo que sería justo solucionar en los próximos días por aquello de la igualdad de condiciones, cuando no por una sutil, coeducativa y pedagógica compensación histórica-, a través de las redes sociales de la orquesta.
Una orquesta, para la que probablemente la sala no era la mejor opción por acomodación sonora – aunque quizá la posible ese día-, para un Concierto en Sol Mayor de Ravel, que pedía resonar, pero que a la par, albergó bellos momentos junto al solista Steven Osborne, que destacó por su honestidad con la partitura y sencilla puesta en escena. Sencillez y profundidad a lo largo del concierto, que continuó con su propia improvisación sobre el tema del “ Vienna Concert “ de Keith Jarret en respuesta a los aplausos de un auditorio prácticamente lleno; una bellísima improvisación en mezzopiano en que creó todo un mundo de planos sonoros e interioridad armónica a la manera genial de Jarret.
Y desde ahí, se afrontó la segunda parte con la Sinfonía nº 7, Op. 70 en Re menor de Dvorák, de plantilla orquestal muy superior en relación a la anterior obra, que colmó en el transcurso de sus cuatro movimientos, de un sonido pleno que hizo olvidar las condiciones sonoras de la sala, y aflorar sobre el depurado juego de secciones orquestales, unos solos de flauta, trompas, clarinete, oboe… que traspasaban. Traspasaron, como la sección de violines, extrayendo toda la fuerza de la nobleza de sus frases. Un Dvorák en que Bihlmaier abrazó la orquesta y la orquesta abrazó el gesto de su guía.