LA VANGUARDIA/ Roberto Herrscher
Las mujeres toman la batuta
Esta primavera se está produciendo en Barcelona un fenómeno inédito en el mundo de la música clásica. Algo que asombra y entusiasma. Pero al mismo tiempo, algo de lo que no tendríamos que estar hablando. Resulta que en la temporada de conciertos de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) vienen seis directores invitados, de los cuales cuatro son mujeres: las alemanas Ruth Reinhardt y Anja Bihlmaier, la coreana Shi-Yeon Sung, y la polaca Marta Gardolinska. “Esto no debería ser noticia”, dice Reinhardt, quien estrena (este fin de semana) una obra nueva de la compositora Cassandra Miller. “Pero tenemos que hablar de ello porque todavía no es normal”.
“Ojalá llegue el momento en que no tenga que contestar esta pregunta”, afirma Shi-Yeon Sung. “Pero sigue habiendo prejuicios, aunque hay ahora muchas excelentes directoras. Espero que haya un cambio y se hable de músicos sin importar el género”. En términos generales, sí falta muchísimo. Según informó la agencia France Press en septiembre del 2020, solo el 6% de los directores invitados en Europa eran mujeres.
El director general de L’Auditori, Robert Brufau, considera que “la fragilidad sigue existiendo porque esta dinámica se tiene que generalizar en el sector”, y no solo en los teatros. “Cuando la oferta de mujeres directoras en los roosters de las grandes agencias sea asimilable a la de los hombres, estaremos en una situación más normalizada”. Pero esta noticia, que no debería serlo, marca que algo se está moviendo.
Reinhardt recuerda recorrer las disquerías en su adolescencia y ver las tapas de los CD con fotos de los directores, todos hombres. “Los veía como mandones, arrogantes, desagradables, y yo no quería ser así”. Entonces descubrió que en la ciudad sueca de Malmö había una directora. La única. “Yo estaba buscando mi camino: tocaba el violín, música de cámara, oboe, componía, me nutría de experiencias musicales… pero un día el director de nuestra orquesta juvenil nos preguntó si alguno quería probar la mano dirigiendo. Yo y dije que sí. Y de pronto… sentí que ese era mi lugar”.
Falta mucho para la igualdad: en septiembre del 2020, solo el 6% de los directores invitados en Europa eran mujeres
En el 2016, en una Charla Ted, la directora estadounidense Sonja Sepúlveda dijo: “No se puede soñar con lo que no se ve. Las chicas tienen que ver pilotas de aviones, doctoras, directoras de diarios, y directoras de orquesta para que sientan que ellas también pueden”. “Cuando yo empecé – dice Anja Bihlmaier– no había ninguna directora. Cuando les expliqué a mis padres que quería dedicarme a dirigir no lo podían siquiera imaginar. Pero tuve un profesor que creyó en mí”.
Bihlmaier tocaba la flauta dulce en la orquesta del colegio. “El profesor me dio un violín y lo aprendí a tocar rápido, aprendí a tocar piano… pero yo lo veía dirigir con tanta pasión, con todo el cuerpo, y sentía que ahí es donde quería estar. Me preguntó: ¿Quieres dirigir? Me mandó a clases de dirección y me encargó ensayar y dirigir tres funciones de una pequeña ópera. Ahí me atacó el virus de dirigir… ¡bueno, en estos tiempos no hay que decir virus!”, y se muere de la risa.
“Crecer hasta convertirse en director de orquesta es un camino difícil para cualquiera,” considera Shi-Yeon Sung. “Tuve suerte de ganar competiciones, ahora hay más concursos para directores. Y todos cometemos errores, hay que errar para encontrar el camino”. La directora coreana imagina que, si hubiera sido hombre, “las cosas hubieran sido más fáciles, la montaña hubiera sido menos empinada. Pero aprender a trepar y ascender lentamente tiene también sus ventajas”.
Shi-Yeon Sung, Bihlmaier y Reinhardt son lo más alejado que uno pueda imaginarse al modelo lejano y autoritario de un Arturo Toscanini o un Herbert von Karajan. Reinhardt piensa que “las orquestas hoy reaccionan a las personas, no en términos de hombre o mujer. Miran la forma en que ensayas, cómo te mueves, la tensión de tu cuerpo tanto como lo que les dices… esto de dirigir requiere no solo ser un músico excelente, que te respeten como tal, sino tener talento para comunicarte, para motivar, para hacer que cada uno toque lo mejor que pueda. He descubierto que el secreto es ser auténtico, no dar órdenes sino explicar lo que quieres con claridad, ser uno mismo”.
“No se puede soñar con lo que no se ve; las chicas tienen que ver directoras de orquesta para sentir que ellas también pueden”
“No necesitamos un líder fuerte, sino empático y con comunicación fluida, que sepa lo que quiere y lo sepa transmitir”, dice Bihlmaier. “Las orquestas están llenas de artistas que quieren ser libres, con una dirección para saber cómo tocar juntos, pero sacando la música de su propio conocimiento y sus corazones. Todos deben sentir que quieren ir en la misma dirección, y eso el público lo siente”.
Por supuesto que este modo de dirigir más sensible y menos imperativo no es privativo de las mujeres. Bihlmaier, quien gusta de ir a conciertos como público, encuentra que algunos directores “tienen gestos más angulares y otros más redondeados, unos son más melódicos y otros más rítmicos. Por ejemplo, Claudio Abbado era muy melódico, elegante, sensual, cualidades que no deben ser vistas solo como femeninas”. Esta temporada Bihlmaier dirigirá en el Auditori (8 y 9 de mayo) dos obras complejas, la Cuarta Sinfonía de Schumann y el Concierto para Violín de Miekzyslaw Weinberg. Gardolinska ha dirigido la endiablada Pequeña suite de Witold Lutoslawsky, y Shi-Yeon Sung dirigirá (14 y 15 de mayo) el difícil Concierto para violín, cello y orquesta de Brahms, con dos solistas femeninas.
Todavía lejos de la igualdad
¿Será que ya se ha vuelto común que parte de la impresionante legión de eximias directoras entre los 30 y los 40 años, la generación que rompió la cúpula de cristal del podio orquestal, dirijan orquestas en todo el mundo? “Sí que me gustaría que hubiera real equidad de género en el podio”, exclama Shi-Yeon Sung. Y Reinhardt afirma que “obviamente estamos todavía lejos de la igualdad, y en los programas de la mayoría de las orquestas predominan los hombres. No solo hacen falta más mujeres, sino que para que surjan más hay que cambiar una cultura: hoy todavía una niña sueña con ser directora y le dicen que no es algo apropiado para una mujer. Eso se te pega. Sí pienso que, desde hace unos cinco años, esto ha empezado a cambiar, pero todo cambio profundo lleva tiempo”.
Para Brufau, “en el terreno de la defensa de la igualdad de género en los escenarios, los países escandinavos han marcado el camino. También se ha trabajado a consciencia hace tiempo en esta dirección en el Reino Unido. Desde L’Auditori hemos impulsado un cambio que se inicia en la pasada temporada y crece cada año para intentar equilibrar un espacio tan desigual como el de las batutas”. Para el director de esta casa de la música clásica en Barcelona, el predominio de mujeres en esta primavera es circunstancial, porque en todo el año todavía no tienen paridad. Pero “en un sentido global, la temporada 20-21 hubo más mujeres que nunca. En la 21-22 más aún y en la 22-23 seguiremos creciendo”.
Las directoras de hoy son muy distintas
del modelo lejano y autoritario de un Arturo Toscanini o Herbert Von Karajan
Shi-Yeon Sung, Ruth Reinhardt y Anja Bihlmaier piensan que todavía no tienen en las programaciones de conciertos el lugar que han ganado en concursos y en el aprecio de las orquestas. “Cuando subo al podio para el primer ensayo, en algunas orquestas me miran con inquietud”, dice Reinhardt. “Pero al minuto de hacer música, ya nadie piensa en que soy una mujer”.
En L’Auditori, señala Brufau, “estamos teniendo muy buenas experiencias. En relación al público, el contexto de pandemia no ayuda a hacer un análisis comparativo con lo que sucedía antes, pero se percibe entusiasmo. En relación a los músicos, lo han normalizado y están teniendo reacciones entusiastas”.
No siempre fue así
El 19 de octubre del 2018, en el Segundo Simposio Internacional de Directoras de Orquesta en Montevideo (Uruguay), la directora uruguaya-israelí Giséle Ben Dor relató una anécdota de una de sus primeras experiencias como directora: al sentir que uno de los músicos no estaba cómodo bajo su dirección, le preguntó cómo se sentía y él le contestó que había estado todo el concierto pensando: “¡Qué suegra va a ser usted!”. El músico la visualizaba como una persona mandona e imperativa , algo aparentemente indeseable en una mujer. En los anales del simposio, llamado Desigualdades de género en la música , se apunta que esa fue la primera vez que Ben Dor “sintió una disonancia entre su visión de ocupar un lugar de dirección (mandar, ser exigente, ejercer liderazgo) y lo que el contexto esperaba de ella”.
Las mujeres ya llevaban décadas como instrumentistas en las orquestas, aunque todavía son minoría en todos lados: al principio se las veía atrás, en las arpas, tocando la flauta, en la tercera y cuarta fila de los violines. Poco a poco fueron ocupando el primer atril. La OBC tiene hace años como principal trompetista a Mireia Farrés. Pero ser directora es otra cosa. Es ocupar un lugar de poder, usualmente reservado a los hombres.
En el 2005, por primera vez una mujer fue designada directora titular de una orquesta de Estados Unidos. Unos días después de que Marin Alsop asumiera como directora musical de la Orquesta de Baltimore, el 90% de los miembros de la orquesta presentó una carta de protesta. Aslop se reunió a solas con ellos y los convenció de que le dieran la oportunidad. La orquesta mejoró y aumentó sus abonados y cinco años después le renovaron el contrato. Aslop es vista como la pionera, la que abrió el camino en EE.UU. En Europa, Simone Young hizo historia –también en el 2005– al ser la primera mujer en dirigir a la Filarmónica de Viena tras 174 años de ser dirigida por hombres. En América Latina, este lugar lo ocupa la carismática mexicana Alondra de la Parra, la primera mujer en dirigir la mayoría de las orquestas del continente. Y siguen conquistando lugares.
“En algunas orquestas me miran con inquietud, pero al minuto de hacer música, ya nadie piensa en que soy una mujer”
El 31 de mayo de 2017 la brasileña Ligia Amadio se convirtió en la primera directora titular de una orquesta sudamericana, la Sinfónica de Montevideo. Amadio fue la primera directora que yo vi, después de cuatro décadas de trajinar salas de conciertos. En las temporadas de la OBC, de las orquestas de Galicia, de Euskadi, de Madrid, de Sevilla… en el último tercio del siglo XX y las primeras décadas del siglo, no recuerdo ninguna directora. Cuando vi a Amadio dirigir la monumental Carmina Burana de Karl Orff con la Orquesta Nacional de Chile sentí que redescubría el arte de la dirección. Fue una noche coreográfica. Los gestos del director están creados por y para hombres, uno está acostumbrado a esa circunstancia. Recuerdo que cuando la vi, sentí que ella había encontrado una forma de transmitir autoridad y poder de una manera completamente femenina. Después vi a otras, y siempre encuentro una forma especial de indicar con un gesto, usualmente más redondo y abarcador que punzante y eléctrico con los brazos, una manera de mostrar estados de ánimo con la mirada que deben transformarse en sonidos.
El año pasado la Filarmónica de París convocó el concurso La Maestra, para premiar y visibilizar a mujeres directoras. Lo ganó Rebecca Tong, indonesia-estadounidense, actual directora titular de la Filarmónica de Yakarta. Se presentaron más de 200 candidatas de 51 países.
Yendo hacia lo imposible
El sello Deutsche Grammophon sacó en el 2020 un documental sobre la lituana Mirga Gražinyté-Tyla, flamante directora titular de la Orquesta Sinfónica de Birmingham, que tuvo entre sus legendarios predecesores a Adrian Boult, Andris Nelsons y Simon Rattle. El documental se titula Going for the Impossible (Yendo hacia lo imposible). ¿No será que alcanzar lo imposible es hacerlo, de alguna manera, posible? Una flautista dice que su experiencia con esta y otras directoras es liberadora, que trabajan más desde el convencimiento y el ejemplo que desde la autoridad y el poder del podio. La propia Gražinyte-Tyla cuenta que una madre se acercó con sus hijas e hijos y le dijo que estaba muy contenta de que sus hijas vieran a una directora. Cuando se lo contó a unas amigas, una le dijo: “No solo para las hijas, ver a una directora también fue importante para los hijos”.
Cuando Marin Alsop asumió la dirección de la Orquesta de Baltimore, el 90% de músicos presentó una carta de protesta
Al terminar la entrevista con Anja Bihlmaier, le cuento que en los comentarios de uno de sus vídeos en YouTube (del Tercer concierto para violín de Sanit-Saens) un hombre escribió: “Cada vez que veo a una directora al mando de una orquesta, lo tomo como un signo de que el mundo se mueve hacia adelante”. ¿Piensa que es así?, le pregunto. Bihlmaier vuelve a reír. “Si lo que quiso decir es que eso muestra más equidad, más igualdad, más posibilidades y derechos para todos, no importa con qué sexo o género hayamos nacido, sí pienso que cada vez que una de nosotras toma la batuta, algo sonríe en el universo”.